Nakany Kante

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Nakany Kante
Centro Cultural Conde Duque. Madrid, 6 de mayo de 2016

Se hace cuanto menos extraño asistir a un concierto de música africana y tener que contemplarlo sentado en una butaca. Es manera habitual en muchos países del continente vecino hacerlo de esa guisa, ya bien sea en un teatro o bajo una carpa instalada en la calle, pero para un público como el español esta costumbre resulta tan estática como desconcertante, pues los pies pronto sucumben al tañido del tambor y el balafón, y entonces se accionan los resortes naturales del ritmo. Algo así se vivió en la recta final de la velada de Nakany Kante que, ajena a los formalismos de un centro cultural, invitó al respetable a moverse de su cómoda posición de descanso para erguirse y hacerse protagonista dinámico del festín de sonidos procedentes del oeste africano. Kante viene de una potencia musical como es Guinea Conakry, la cuna de artistas tan relevantes como la Bembeya Jazz, Sekouba Bambino o Kante Manfila, y en su sangre malinké porta esos genes de los antiguos djelis que atesoraban la historia y canciones de su pueblo. Afincada en Sabadell tras arribar a España en el año 2009, la música de Nakany sirve para exorcizar los demonios interiores de una infancia difícil y de muchos de los males que sacuden al continente africano hoy en día, sin perder, eso si, la alegría y la compostura entre tanto mensaje consciente. Uno a uno fueron apareciendo los músicos sobre el escenario que encendieron individualmente, y de forma aditiva en orden de presentación, la hoguera que insuflaría calor al reposado auditorio. Primero el burkinabé Drissa Diarra al balafón. Más tarde el percusionista senegalés Omar Ngom, con el sabar y el djembé. A continuación el batería Gustavo “Tato” Sassone. Seguidamente el bajista Vicente Juan Andrés. Penúltimamente el guitarrista Sergio Cebrián. Y por último la corista y bailarina senegalesa Mami Mbengue, para dar paso a la diva Nakany Kante. Aunque recurrir a esta denominación pomposa no le hace honor a la realidad, pues la enérgica cantante es la típica vecina con la que pararías a hablar en el portal de tu casa o en el mercado, dada su locuacidad y simpatía. Siempre en un tono afable y didáctico, dadas las diferencias idiomáticas, Kanté presentó canciones que hablan del abandono de los niños en las calles de las ciudades africanas (Bidenou), el odio y la ira (Kitibana), los jóvenes que pierden la vida en su peregrinaje a Europa en pos de un futuro mejor en un tema dedicado a su propio hermano (Kanakasi), o las almas que vagan sin rumbo en busca de un camino de salvación (Yala fou). “¿Sois celosas?”– preguntó a las mujeres que se encontraban entre el público. “No hay que ser tan celosas, solo un poquito. Si ves que tu hombre está en la discoteca con otra chica, tú haces lo mismo, te buscas otro hombre y ya verás que rápido viene a buscarte en cuanto te vea ligando”, comentó a propósito de Djanfa, una canción que habla de la traición. También propugnó una mayor igualdad entre sexos en N´torola, donde abogó por un reparto más equitativo en las responsabilidades domésticas de las parejas. Momento de inflexión en el recital fue cuando Nakany tocó sola con su guitarra acústica Bidenou, y que sirvió por otra parte a los músicos que la acompañaban para tomar aire ante tanto desborde de energía sobre el escenario. Porque si hay que ponerle adjetivos al concierto tendríamos que recurrir a los de vibrante, emotivo y crepitante. Animado además por los contorsivos bailes al más puro estilo sabar de Mami Mbengue, secundada por Nakany, que demuestra buenas dotes a la hora de lidiar con la danza. Y con un buen reparto de los solos cuando la ocasión requería, como en el momento en que Sergio y Vicente tomaron las riendas de la nave, dando buena cuenta de sus dotes con un solo de guitarra al más puro estilo Santana, y los pellizcos funk de slap del bajo. Como decíamos líneas más arriba la noche acabó como tiene que acabar una fiesta africana. Con palmas y público que bailaba al más puro estilo guineano, tal como si sus piernas y brazos se estiraran con la facilidad de un elástico chicle. Y con el disco de Naka sobre el escenario, esperando impaciente a ser firmado a la salida. Pulso no le iba a faltar a Kante para la rúbrica. + info I Relacionados I Miguel Ángel Sánchez Gárate

 

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