Mesura per Mesura de William Shakespeare
Temporada Alta
Teatre Municipal de Girona, 28 de octubre de 2015
Cinco grandes cubos rojos, simétricamente colocados, presidían la escena mientras los actores, todos, deambulaban en formaciones que se iban moviendo al unísono, en una especie de coreografía sin música que acababa cuando el Duque Vicentio de Viena deja de seguir al grupo y comunica a su ayudante que se va a retirar y va a dejar el poder a Àngelo, un noble famoso por su honradez. Y aquí empiezan los equívocos, como no podría ser menos en una obra de William Shakespeare.
«No juzguéis para no ser juzgados; porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que midáis, os será medido.», leemos en el Evangelio, según San Mateo. Y esta es la medida, Mesura per Mesura [Measure for Measure], que da nombre a una obra, en que el autor pone en tela de juicio el gobierno, el amor y la justicia. Al recibir el poder del Duque, Ángelo aplica la ley de forma estricta y condena a muerte a Claudio por tener relaciones fuera del matrimonio con Julieta, y es la hermana del condenado, la novicia Isabel, la que le pide la clemencia, que él le niega. Y aquí comienza el juego de equívocos, a distintos niveles, que el autor propone: El Duque no abandona sus dominios, sino que se disfraza de fraile Ludovico, para ver qué ocurre en su ausencia; Ángelo pierde su indiscutible honestidad ante la belleza de Isabel, a la que propone salvar la vida de su hermano si se entrega a él; Mariana, antigua prometida de Ángelo, que éste abandonó al perder ella su dote, se hace pasar por la novicia para entregarse a Ángelo, sustituyendo a Isabel, en un engaño que propone el mismo fraile/duque; Ángelo no perdona a Claudio como había dicho, a pesar de creer que había conseguido lo que quería, y lo hace ejecutar; el fraile/duque, consigue que el ejecutado sea otro preso; el mismo Duque reaparece como tal y le dice a Isabel que explique públicamente la actitud de Ángelo, pero, a la vez, finge no creerla; el Duque consigue que todas las culpas caigan sobre el fraile Ludovico, que era él mismo disfrazado; finalmente se descubre todo y la obra finaliza con un triple matrimonio ordenados cada uno de ellos por el Duque: Claudio con Julieta; Ángelo con Mariana; y él mismo con Isabel; mientras Lucio, un personaje que deambula por toda la obra, aportando una nota de comicidad, y también de lucidez, es el único perjudicado, al ser condenado a recibir unos azotes por hablar mal, ante Ludovico, del Duque.
Una vez situada la obra, volvamos a la realización que cuenta con tres elementos distintivos. El primero es la dirección del inglés, de origen irlandés, Declan Donnellan, fundador y alma mater, junto al escenógrafo, también británico, Nick Ormerod, de la compañía Cheek by Jowl. El segundo, como hemos indicado al principio, la escenografía y puesta en escena de la mano del citado Nick Ormerod. El tercer apoyo está en los actores rusos del Teatro Puixkin de Moscú. Una dirección que, de alguna forma, divide la obra en dos partes: una primera donde la acción transcurre con una cierta morosidad, creando una trama que se ha de resolver. Una trama que es resuelta de una forma mucho más dinámica, incluyendo músicas y coreografías, en una segunda parte que, como muchas de las obras del autor inglés, acaban de una forma casi precipitada. Una dirección que basa toda la fuerza del espectáculo en la palabra, pero con unos momentos de una plasticidad absoluta, como cuando Claudio interpreta con un contrabajo, al que literalmente abraza, un tema que los otros actores bailan a su alrededor en un momento de pausa y también reflexión sobre la realidad que están viviendo. A todo ello colabora, de una forma fundamental, la escenografía, que como hemos comentado se basa en unos grandes cubos que, en momentos determinados de la obra, se convierten en habitáculos donde se desarrolla, por momentos, parte de la acción; y, especialmente, los movimientos conjuntos de los actores, como un solo ente, parte fundamental de los cambios escenográficos, porque son ellos con sus desplazamientos conjuntos por el escenario los que realmente cambian, literalmente, los decorados, solo con su presencia y sus evoluciones, siempre situados sobre el escenario, trasladando y colocando en su sitio a los actores en cada escena, o mirando la acción de forma crítica, como si de un coro de tragedia griega se tratara. Un mérito, el movimiento por el escenario, que también se ha de atribuir a la coreógrafa Irina Kashuba.
El tercer elemento es el de la interpretación. Acostumbrados a otros montajes, tanto del teatro de nuestro país, como en los de compañías inglesas, y estamos pensado en Propeller Theatre Company, que ha visitado Temporada Alta en diversas ocasiones, la forma de acercarnos el texto por parte de estos actores rusos es totalmente personal. A parte de la dificultad de los que no conocemos la lengua rusa de tener que ir leyendo los sobretítulos mientras contemplábamos a los actores en sus movimientos y expresiones, todo un hándicap; la manera de decir el texto, con una musicalidad lejana a las formas arcaicas ―especialmente brillantes los actores que daban vida al Duque, Alexander Arsentyer; a Ángelo, Andrey Kuzichez, con una estética que nos recordaba, no sabemos si buscada, aunque entendemos que sí, al actual presidente ruso; y a Lucio, Alexander Feklistov―; le daban a la representación una personalidad que, incluso por encima del contenido de la obra, la convertía en un espectáculo sobresaliente, lleno de fuerza y personalidad.
Mesura per Mesura en la versión de la compañía Cheek By Jowl, era una de las obras más esperadas de Temporada Alta; un espectáculo que no defraudó en absoluto y que los espectadores acogieron, la noche del estreno, con grandes muestras de entusiasmo. + Info | Relacionados | Federico Francesch | DESAFINADO RADIO