L’Ultima Notte del Capitano
L’Ultima Notte del Capitano
Sala Fènix, Barcelona. 25 de abril de 2014
Imaginen esta entrada. De fondo, la música ambiental de Johann Sebastian Bach, John Dowland y un fandango arreglado para clavicordio nos daba la bienvenida al interior de la Sala Fènix, mientras en la penumbra de un rincón, vestido con solemnidad pero con harapos a modo de galas y lamparones como medallas, un decrépito anciano con las facciones de un hidalgo Fernando Rey buñuelesco remuga entre sueños palabras incomprensibles de vanidad trasnochada y pesadillas que ya no dan ningún miedo. Otrora fue actor, y de los más cotizados. Hoy, sin embargo, es tan pobre que incluso se maquilla con el polvo de los muebles. Su nombre es Francesco Andreini da Pistoia (1548-1624), más conocido como il Capitano.
Así comienza L’Ultima Notte del Capitano, escrita, dirigida e interpretada por Felipe Cabezas, una de esas personalidades de la escena catalana actual que, junto a otras figuras como las de Pep Tosar y Xavier Alberti, más han contribuido al teatro de pequeño formato, de estrechísima proximidad con el público. No es raro encontrar sus nombres vinculados a espectáculos de cabaret, music-hall y commedia dell’arte. En el currículo de Cabezas, además, destaca la participación en obras y adaptaciones de Carlo Goldoni, Bertold Brecht, Patrick Süskind, Federico García Lorca, Antonio Tabucchi, Dario Fo y Gogol, entre otras máximas referencias de la literatura de bambalinas, sobresaliendo también en géneros muy inusuales como el teatro de movimiento y de máscaras.
Por L’Ultima Notte del Capitano Felipe Cabezas fue merecidamente ovacionado por los medios y festivales que tuvieron el privilegio de darlo a conocer, desde su estreno en 2008. Monólogo intenso de estilo poético a veces y carcajeante otras, L’Ultima Notte cuenta en realidad la historia de un actor que no se rinde ante la muerte. No sólo física y espiritual, sino aquella que se cierne en torno a sí con el arrinconamiento de un público que ya le ha olvidado. Llegado este triste presente, hasta su propia máscara parece darle la espalda. Monólogo intenso de estilo poético a veces y carcajeante otras, L’Ultima Notte del Capitano cuenta en realidad la historia de un actor que no se rinde ante la muerte. No sólo física y espiritual, sino aquella que se cierne en torno a sí con el arrinconamiento de un público que ya le ha olvidado. Llegado este triste presente, hasta su propia máscara parece darle la espalda.
En algo más de una hora, Francesco Andreini relatará su vida al frente de la compañía I Gelosi bajo el protectorado del Duque de Mantua y de la mano de su enamorada Isabella dei Canali. Pero estos tiempos de fama y fortuna tienen su inevitable reverso perverso, y es el que le lleva a implorar limosna a su antiguo benefactor para no morir de hambre. Autor real de La bravure del Capitano Spavento di Vall’Inferna, título del cual derivarían plagios como los del Capitán Matamoros y Fierabrás, Francesco Andreini creó el estereotipo bufonesco del soldado fanfarrón y presuntuoso que se vende a sí mismo como hijo de dioses y principal responsable de las más heroicas gestas de la historia de la humanidad. Arrogante, engreído, charlatán y bravucón, il Capitano de la commedia dell’arte ha inspirado, según algunos especialistas del género, personajes tan populares como el Quijote cervantino o el Barón de Münchhausen por su facilidad para inventarse y autoatribuirse las más exageradas aventuras que imaginación pueda incubar. En realidad, il Capitano no era más que una parodia poco disimulada del supuesto bravío español, ya que fue concebido como denuncia caricaturizada de la ocupación de Carlos V sobre tierras italianas en la época de su autor. En el ámbito operístico, el brillo de su influencia se extenderá incluso hasta el Sargento Belvedere de L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti (1832).
Con el orgullo dolorido de emociones y el prestigio aquejado de deudas, la súplica de Francesco Andreini puede leerse también como una ácida y muy pertinente reflexión sobre la crítica situación de la que adolece el mundillo escénico en este país. Felipe Cabezas transmite con eficacia ese sentimiento de derrota (“cuando no pueda más, acabaré con la esperanza con mis propias manos”, dice en un momento del texto) al tiempo que intenta demostrar que il Capitano aún es capaz de vanagloriarse como pavo real de su talento sin par y sus éxitos en la vida. Pero, ay, en este crepuscular exhibicionismo para ganarse los favores de un servil mecenazgo, Francesco Andreini acaba confundiendo la gloria efímera con la inmortalidad, o lo que es peor: el alba de la mañana siguiente con el ocaso del último día.
Al respecto, Felipe Cabezas está soberbio desempeñando este ambiguo ser, desdoblándose en seis voces distintas y arropado con el vestuario y la escenografía de Isabella Pintani. En sus artes se nota el gusto por la farsa al estilo del citado Fo, pero también serpentea el recuerdo a Pepe Rubianes por el uso de onomatopeyas y el histrionismo de algunos pasajes (como cuando describe superlativamente sus cotas copulativas sin parangón), así como la expresión mímica del gran Jacques Lecoq. Para tal fin, Cabezas cuenta aquí con la ayuda de Javier Villena en la dirección gestual. Alentado por el éxito de L’Ultima Notte, Cabezas añade a su repertorio otras secuelas o spin-offs como La Pazzia di Isabella (2010) y la aclamada Inferno (2012), protagonizada en esta ocasión por Tristano Martinelli (Arlecchino) y con múltiples alusiones al mito orféico, a Fausto y la Divina Comedia de Dante.
Pero la tragicomedia que nos ocupa, en la que adquiere una importancia capital la fuerza de la voz declamativa y la claridad de la dicción, presenta tantas otras lecturas que incluso permite apropiarlas biográficamente –no es casual que la amada del alter ego de Cabezas se llame también Isabella–. Víctima del mal de la melancolía al final de su vida, tras el último suspiro que dedica a su añorada esposa y cuya muerte fue la espita que hizo cenizas de su ilusión primera, entendemos al acabar la obra que si Francesco Andreini se escudaba detrás de las fabulosas e increíbles mentiras de su Capitano era para huir de su propia debilidad y miseria, de su cantado ocaso, del ostracismo y de la infinita soledad de su alma, y que si el personaje terminó poseyendo a la persona fue, en el fondo, para sobrevivir a su sombra perpetuado en la leyenda. ¡Bravo, Capitano!
Podrán gozar de sus chanzas en la Sala Fènix hasta el próximo 18 de mayo. No se lo pierdan, su recuerdo les puede hacer cambiar el sentido que le otorguen a la vida. +info | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno