Kepa Junkera
Kepa Junkera
Barcelona, L’Auditori
23 de enero de 2007
Por experiencia propia, cuando asistes a un concierto de Kepa Junkera tienes la certeza de que vas a pasarlo bien. Seguro que habrá momentos festivos, momentos emotivos, momentos divertidos (el trikitilari es un gran comunicador) y momentos de virtuosismo, todos ellos dignos de ser disfrutados. Evidentemente, y una vez más, de todo ello hubo en este concierto. A Kepa Junkera le encanta tocar con músicos que va conociendo por esos caminos que un artista está obligado a recorrer y de todos extrae esa porción de magia que sabiamente incorpora a sus discos o sus conciertos. Pero antes de desvelar quienes fueron los invitados especiales en este concierto, explicaremos que Kepa Junkera presentaba su nuevo y excelente disco Hiri (Elkar, 2006), el mismo que se ha situado en enero en la primera posición de la World Music Charts Europe. Algo merecido porque este incansable creador ha facturado, con una aparente facilidad, otro de sus espléndidos trabajos y, como es habitual últimamente, repleto de invitados del mundo entero. Kepa Junkera es de los artistas que han sabido abrirse al mundo y, a la vez, mantener su esencia. Esa sabia forma de crear la ha plasmado en este nuevo disco que representa un viaje virtual por ciudades y lugares emblemáticos para el músico vasco. Hiri, Kokola, Buenos Aires, Reno, Nagoya, Agadir, Rekalde o Napoli fueron algunos de los temas que sonaron, mientras una pantalla al fondo del escenario mostraba imágenes de las ciudades. Junto a Kepa Junkera formó su cómplice banda: Ion Garmendia, txalaparta y alboka, Iñaki Plaza, txalaparta y percusiones, Kepa Calvo, batería, Dani Tomás, guitarra, Kike Mora, bajo, y Alain Bonnin, piano. Y los invitados de lujo fueron tres Tactequetés: Tito Busquets, Marc Vila y Antonio Sánchez. Con sus sugerentes percusiones, incluida la body percussion, contribuyeron a dar esa nota singular que siempre ocurre en los conciertos de Kepa Junkera. Todos juntos nos hicieron disfrutar durante las más de dos horas de concierto, en el que no faltaron piezas emblemáticas como Bok Espok, por ejemplo, y que consiguieron que todo L’Auditori acabara de pie y bailando. Lo dicho: un valor seguro. // Miguel Amorós