Ismael Serrano

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Ismael SerranoIsmael Serrano
L’Auditori, Barcelona

14 de Noviembre de 2007

Vini, vidi, vinci parecen ser las tres mejores palabras para definir el concierto que el joven Ismael Serrano realizó en el Auditori la noche del 14 de noviembre, como antesala de dos actuaciones más que se realizarían el 15 y el 18 del mismo mes.
El cantante llegó a Barcelona, donde parece sentirse a gusto, acunó a su público con sus canciones y venció con el respetable en pie, cantando la mayoría de las canciones y saliendo una y otra vez, en los bises finales, a petición de los aplausos y sin aparente cansancio. Si la primera noche fue el modelo a imitar, en las dos siguientes, Serrano dejará el pabellón muy alto. Durante dos horas y cuarenta y cinco minutos, el cantautor madrileño elevó la pasión de sus seguidores, que llenaban el recinto. En la presentación de su último disco, Sueños de un hombre despierto, el autor hizo un repaso por piezas de su nueva obra y por otras de su ya extensa colección de buenos discos. Los condicionales e incondicionales se sumaron a reconocer la buena labor del músico que convenció por su sencilla escenografía, sus letras, siempre vigentes y punzantes, y por esa creación de atmósfera íntima que es capaz de crear con su voz. En un escenario de inspiración marinera, con el horizonte besando el mar en una bella fotografía de un atardecer cualquiera, Serrano volvió a convertirse en el cronista que es, en un trobador de su tiempo, de una generación que ha visto como los sueños de sus padres no han acabado de hacerse realidad, y en donde los propios se tambalean a diario por la dura realidad de un contrato basura, de una regulación o por la falta de recursos para hacerse con una vivienda digna. Sí, Ismael tiene una ideología bien clara, y es de alabar, en una sociedad de consumo que no se para, que usa y tira lo que no le gusta y que busca el éxito con obsesión. Pues no, Serrano sólo quiere “ser un buen tipo” (lo es) y se fija en esos detalles, en los bostezos de la rutina que viaja en metro, en las sonrisas de bar, en el dolor del asfalto y en el sufrimiento de un amor posible e imposible. El artista provoca así una conexión con la vida real, con los jóvenes y no tan jóvenes. En su recital, el espectador es dulcemente sometido a un canto de esperanzas, sonrisas y melancolías ante el paso del tiempo, tristezas y amarguras, revoluciones soñadas, pero siempre con la cabeza bien alta, con dignidad, acompañando a su generación en el discurrir diario. Con el tierno arropamiento de Fredi Marugán, Jacob Sureda y Javier Bergia, respectivamente a las guitarras, teclados y percusión, la bella calidez musical del grupo rellenó de emociones cada una de las butacas del auditorio. Canciones como Somos, con la que empezó, Caperucita, Zamba del emigrante, Habitantes de Alfa-Centauro, Ana o Papá cuéntame otra vez, funcionaron como reportajes sociales de una España variopinta, de igual forma que sus simpáticos comentarios en referencia a los problemas de infraestructuras de las líneas de tren en Barcelona, o a la búsqueda de tesoros en las zanjas que invaden la capital del reino. No me cabe duda, que esas imágenes, esas melodías, esas ideas, se quedarán en la retina de todos aquellos que disfrutamos de la compañía de este adulto que seguirá narrando, con ternura, nuestra realidad //Antonio Álvarez