Goran Bregovic
Goran Bregovic
Barcelona, Palau de la Música
9 de marzo de 2007
La octava edición del Festival del Mil·leni cerró sus puertas y lo hizo con uno de los músicos que mejor podía poner ese colofón: Goran Bregovic. A lo largo de tres meses, dos docenas de artistas han pasado por este certamen, consagrándolo como uno de los festivales de invierno más importantes de Barcelona. Pero volvamos a Bregovic. Su popularidad ha ido subiendo enteros poco a poco y el Palau de la Música Catalana registró un lleno casi absoluto ante su visita. Y es que el de Sarajevo sabe extraer los mejores resultados a todas sus propuestas. En este caso se trataba del espectáculo diseñado para presentar Tales and songs for weddings and funerals (Universal, 2002), uno de sus últimos discos hasta la fecha. Y a pesar de que era el small ensemble (sólo siete metales y dos voces búlgaras), a pesar de que Ognjan Radivojevic, su antiguo director de orquesta, fue sustituido por un más que discreto Alen Ademovic, a pesar de repetir fórmulas vistas en anteriores visitas, Bregovic volvió a triunfar. La disposición en el escenario fue la clásica. El director de orquesta, también voz y percusión, se situó enmedio del escenario, vestido de negro. A la derecha y de blanco radiante, Bregovic. A la izquierda, las dos vocalistas. Detrás de todos ellos, la Gypsy Brass Band. En esta ocasión el concierto se inició con varios de los metales tocando entre el público, hasta que fueron ocupando su lugar en el escenario. El público, entregado desde el principio, los recibió con una sonora ovación. A partir de entonces, repaso al disco mencionado, intercalando temas de las bandas sonoras que lo han hecho famoso. Ya a mitad de su actuación, los pasillos estaban llenos de fans incapaces de contener sus ganas de bailar al escuchar temas como Ringe Ringe Raja o Prawy do Lewego (que tan bien cantó la polaca Kayah). Una hora y cuarenta minutos después de intensa balcano-locura llegarían los largos bises. Estos hicieron que todo el mundo se pusiera de pie y bailara al compás de clásicos como Caje Sukarije o el mítico Kalasnjikov. Como siempre, antes de este último tema Bregovic pidió, en plan divertido, que todo el mundo gritara aquello de “al ataque”. Y no me quiero imaginar las caras que hubieran puesto algunos asiduos a este mágico escenario en otro tipo de conciertos más clásicos, si hubieran escuchado gritar como posesos a los más de mil espectadores y hubieran visto cómo saltaban en sus asientos a golpe de bombo y platillo. Lo dicho: el mejor cierre del festival. // Miguel Amorós