Fufü Ai
Fufü Ai
Mataró, Clap
10 de febrero de 2007
“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada”. Atribuido por unos al dramaturgo Bertolt Bretch y por otros al pastor protestante Martin Niemöller, el horror nazi nos dejó este pensamiento que refleja cómo el silencio ante la injusticia puede hacer que la barbarie nos acabe alcanzando. Salvando las distancias evidentes, y entendiendo de entrada que no está en las manos de nadie resolver los problemas del mundo, una sensación similar tuve en la noche del sábado cuando asistí al concierto del grupo Fufü Ai en la sala Clap de Mataró. El motivo de tal actuación, de carácter gratuito, era la reivindicación de la música en vivo como forma de expresión cultural. De esta movilización hemos informado ampliamente desde B!ritmos, así que no incidiré más sobre ella. Pero una inquietud recorrió mi espinazo mientras contemplaba el aspecto del local, con apenas veinte o treinta asistentes (algunos llegados desde Barcelona) cuando ya mediaba el concierto. ¿Dónde estaba el público habitual de una sala que en otras ocasiones he visto repleta y que, atención, el próximo 1 de marzo se dará el “lujo” de programar a Black Uhuru en Mataró? ¿Dónde estaban los que se quejan de que en su localidad no se programan conciertos de otro tipo de músicas? ¿Dónde estaban los músicos de la ciudad y de la comarca, los mismos que deben lamentarse (con razón: no digo lo contrario) de lo poco o nada que se les paga cuando se suben a un escenario? Ya sé que no se puede obligar a nadie, pero está claro que la mayoría de ellos le dio la espalda esa noche a quienes intentan sacar con dignidad un espacio en el que mande la música, esa misma música que tanto decimos todos amar. Flaco favor nos hicimos, pues va en contra de nosotros mismos. ¿Qué nos pasa a la gente de la música que tan a menudo nos da igual ocho que ochenta? No me imagino a la gente del teatro permitiendo el cierre de una sala por motivos “administrativos”, como viene sucediendo en Madrid, Barcelona y otras poblaciones con aquellos espacios que abren sus puertas a la música. Volvimos un verano, nos quedamos sin Suristán y aquí no pasó nada. En fin, así nos luce el pelo, tengamos poco o mucho sobre nuestras cabezas. Y lo siento por los compañeros de Fufü Ai y por los otros músicos que en otras salas y en otras poblaciones sí se subieron al carro de la movilización para luchar por el respeto a sus propuestas. Pero esta vez lo de menos fue lo que pasó sobre el escenario. Espero que hayan muchas próximas ocasiones para encontrarme con todos ellos. Aunque al paso que vamos… // Jordi Urpi