Folk The Banks
«A Benedit for the occupy movement»
Occupation Records | Karonte, 2012
Todo cambio comporta una sensación de crisis. Este axioma no es tan sólo exclusivo de la retórica de psicólogos y terapeutas, dado que la raíz etimológica de la crisis proviene de la palabra griega que se refiere al cambio. En consecuencia, una crisis puede ser tanto la antesala de una situación de mejoría, como también anteceder a algo mucho peor. Sin embargo, cuando se habla en términos sociopolíticos o económicos no cabe el optimismo. En tales casos, generalmente la crisis no se hace notar hasta que no estalla la paciencia de los ciudadanos y la manifiestan sonoramente en las calles. Eso es lo que ha ido ocurriendo en los últimos años en la Syntagma (Atenas), la plaza del Sol (Madrid), la plaça Catalunya (Barcelona), la plaza Tahrir (El Cairo), el Zucotti Park (Nueva York)… y suma y sigue.
Pero crisis más gordas ha sufrido el hombre a lo largo del pasado siglo: no hay más que recordar el crack de 1929, las crisis del petróleo de 1973 y 1979, el declive de la II República española (1936) y la de Weimar (1933), etc. Algunas de ellas fueron el largo prólogo de una guerra, cuyas consecuencias aún están sirviendo hoy para que otras empresas u organizaciones internacionales se lucren (en forma de “ayudas” en el ámbito sanitario, alimentario, educativo, logístico o lo que sea, con tal de apropiarse de otros bienes más concupiscentes) a cambio de deudas eternas que los países vencidos/comprados nunca podrán retornar. Dicho lo cual, que se promuevan actividades de concienciación social nunca está de más para espabilar a la gente. Y si eso se media a través de conciertos, discos, conferencias, documentales y otras vías de culturales, bienvenidas sean todas.
Es el caso de este disco, una compilación –a cargo de Adam Jung– de grupos y cantantes anglosajones reunidos para la causa ocupacional de Londres y Wall Street. Dejando de lado un diseño de carpetilla que mezcla sin reparos tópicos ya manidos hasta el abuso –como La Libertad guiando al pueblo de Delacroix (que hasta los Coldplay se han apropiado para lucir su propio ombligo), las máscaras de Guy Fawkes (a quien casi nadie conocía hasta que lo puso de moda V de Vendetta) y los colores de la bandera anarquista (como si la adscripción a un ideario determinado no estuviera en contra de ese mismo credo)–, lo cierto es que el disco está muy bien.
Abundando los cortes de estilo folk, se cuelan también algunas piezas de orden punk (King Blues) y otras más mainstream, aunque de orientación izquierdista (Billy Bragg, Ani diFranco, Martha Wainright y dos miembros de la saga Seeger). Muchas de las canciones son préstamos reciclados de otros álbumes, además de covers más o menos genuinos como la que la citada Wainright interpreta del No Woman No Cry, aquí gratamente depurada de su enojoso sonsonete reggae. En otros casos, las versiones parecen un indisimulado plagio, como ocurre al oír los primeros acordes de Should I Stay Or Should I Go de los Clash en la “aportación” de Get Cape. Wear Cape. Fly. Lo de que participe Tom Morello cerrando el CD bien podría ilusionar a muchos nostálgicos de Rage Against The Machine, pero mejor despejar las dudas: se hace difícil distinguir la música de este nuevo proyecto –llamado con el grandilocuente nombre de Nightwatchman– con la de Smash Mouth o nuestros Australian Blonde. De pena, oigan.
Lo mejor está, cómo no, en los márgenes. O sea, en todo aquello que verdaderamente rompe con lo previsible y con el orden establecido, incluso a un nivel estético o formal más evidente. Por eso, entre tanto estribillo para corear indolentemente mientras se pasa el porrito, sorprenden varias vueltas a la esencia primigenia de la canción protesta tradicional, como son el un coro céltico de The Young’uns o las baladas épicas de Oysterband, Jim Moray y Leon Rosselson, tan efectistas y efectivas como aquéllas que tan bien exponer los viejos Magna Carta y Jethro Tull cuando aún eran buenos. El toque satírico lo ponen Chumbawumba con una burlona y pegadiza crítica al conservadurismo de la edad (The Old School Tie).
Como todo recopilatorio que se tercie, unos temas convencerán más que otros, y éste no iba a ser menos. Aún a pesar de lo loable de la propuesta, se echa de menos más valentía en la selección y más rabia en las proclamas. Sobra tanta amabilidad cuando se está tan cabreado… a menos que la intención sea, por el contrario, la de vender muchos ejemplares del disco con la excusa que nos ocupa (disculpen el juego de palabras, pero me lo pusieron a huevo). +info | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno