Ester Formosa
Del Para·lel a Nàpols
Barnasants, A. Barradas. Hospitalet, 19 de febrero de 2016
La otra noche, dentro de la programación de BarnaSants, en el Auditori Barradas, tuvimos la ocasión de volver a ver aquel espectáculo que Ester Formosa estrenara en el Teatre Nacional de Catalunya, con el nombre de, Del Paral·lel a Nàpols, donde recuperaba a La Canyí, el personaje que creara Joan Casas al final de los 80, y que dio pie entonces a la obra, Doncs que voleu que faci, basada en la supuesta biografía de una vedette del Paralelo de los años 20 y alrededores, una obra en la que la propia Ester Formosa interpretaba las canciones que, supuestamente, formaban el repertorio de la vedette y que ella iba uniendo con inteligentes comentarios que, bajo su caparazón humorístico, escondían más de una verdad incuestionable.
Y esa mezcla de música teatralizada es, de hecho, lo que nos acerca esta nueva obra. Partiendo del cuplé catalán, y de la canción napolitana ―machiette napoletane―, con la intervención de Elva Lutza, el dúo sardo que forman Nico Casu a los vientos y la voz, y Carlo Doneddu con su guitarra, se van sucediendo las canciones, con diferentes grados de teatralidad en su puesta en escena, desde lo puramente musical, con la cantante sentada junto a los músicos, hasta la más participativa por parte de aquellos cuando intervienen no solo cantando junto a ella.
Hay espectáculos que se basan en el texto o conciertos que se basan en el repertorio; hay también los que tienen como base, como aspecto fundamental, sine qua non, a un intérprete. Este es el caso de, Del Paral·lel a Nàpols, que no concebimos de otra forma que no sea con Ester Formosa en el escenario. Su ductilidad vocal, su gestualidad, su elegancia interpretativa, su presencia en escena, hace que transmita todo el contenido de su espectáculo a los asistentes, conectando con ellos desde un primer momento.
En un escenario desnudo, con cada uno de los músicos en un extremo, ella, en el centro, ayudándose de pequeños elementos de vestuario, iba, de alguna forma, explicando la trayectoria de La Canyí, la artista que, dijo, conocía desde hacía más de 25 años y que, decimos nosotros, en el fondo, durante todo este tiempo, ha sido, en diversos momentos de su carrera, como su alter ego.
Empezaban, luego de ofrecer unas notas del himno nacional italiano y del himno catalán, con el cuplé de los años 20, La Baldirona, y la canción compuesta por Nico Casu y ella misma, Cucurutxo. E iban surgiendo, el Foxtrot de la umbrel·la, La puntaire, La java del port, mientras el espectáculo, que había comenzado en formato más cercano al recital, se iba teatralizando cada vez más. En La Marieta de l’ull viu, indicaba al público que debía cantar el estribillo, y éste la seguía. Luego tres temas napolitanos: la divertida Lily Kangy; la triste y melancólica Bammenella; y ‘A cura ‘e mamma, uno de los números más divertidos y aplaudidos de la función. Nico Casu, desde su personaje, le explicaba a ella, cantando y actuando ambos, de una forma absolutamente cómica, la cura que su madre aconsejaba a las mujeres con problemas. Seguían ambos actuando y cantando, en este caso con el cuplé, El Papissot, que mezclaban, un recurso que repetirían, con una canción napolitana, Ciucculatina mia.
Un intermedio musical, para propiciar el cambio de vestuario de la cantante, que se convertía en una demostración de virtuosismo de Carlo Doneddu a la guitarra con un tema de Gioachino Rossini, con gag final incluido, nos llevaba hacia la conclusión del espectáculo.
Un final en el que nos aguardaba la sorpresa de la presencia en el escenario, junto a ellos, de Adolfo Osta para interpretar unas versiones muy libres y realmente interesantes ―especialmente por el contrapunteado de las tres voces masculinas―, de los famosos cuplés, Nicolás, absolutamente deconstruido; y, para acabar, La Vaselina, siendo este último otro de los momentos más divertidos del espectáculo, con aromas, palpables, tanto de Los Luthier, como de las voces sardas. Logradísimo.
En los bises, ya más sosegados, una preciosa canción de Enric Morera, La Paula té unes mitges; acabando con otra canción napolitana, la famosa Scetate, un tema clásico de finales del s.XIX; dejando ambas un melancólico buen sabor de boca.
Un espectáculo que partiendo de las magníficas interpretaciones, tanto en el aspecto musical, como en el aspecto más teatral, especialmente de Ester Formosa ―sin olvidar, ni mucho menos, al dúo Elva Lutza, y a Adolfo Osta―, la consagran a ella, si es que no lo estaba ya, como una de las cantantes y actrices más importantes de nuestro país. Una de esas figuras que, se nos antoja, no tiene la proyección que debería en nuestro entorno. A lo mejor, no lo sé, no es por casualidad que esté viviendo actualmente en la isla de Cerdeña. + Info | Relacionado | Texto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO