Deua Dubra
El Soyau de Mardana es el cobertizo donde Deua Dubra ensayan, y Deua Dubra es la Diosa del Agua. Proyecto nacido hace un lustro, casi la entera responsabilidad de su concepto musical cae sobre los hombros de Lilián Fernández, guitarrista y cantante dotada con una voz tan límpida y clara como las lágrimas de una hada. Cinco son los miembros de este joven grupo del Alto Nalón, comprometidos con el pasado asturiano –el de la mitología céltica, pero también el de la Guerra Civil– y que son, asimismo, multiinstrumentistas notables. Entre temas fiesteros (Je viens d´un pays du nord) y bucólicos (La mayestrina, Vientu´l medievu) se cuelan otros de corte más pop (A lo cubero cullá) y folk (muñeiras, vaqueiras y danzas), amén de arreglos sobre piezas “clásicas” y foráneas, como las versiones de dos tonadas de Flandes y Escocia o la revisión de la irlandesa Black is the colour –con letra de mal de amores–. Sin embargo, y pese a las intervenciones de varios músicos de raíz, al disco le cuesta arrancar. Cuando el grupo retoma el tomo tradicionalista, la cosa mejora con creces; en cambio, en las canciones de radiofórmula los detalles rozan el tópico. Ahí quedan no obstante otros cortes donde la combinación es más acertada, como por ejemplo el tramo final de Verde, que cierra el disco, o el titulado Dubra, con el aderezo de una gaita escocesa en un singular crescendo entre guitarra y percusiones. Aunque la intención sea buena, la modernidad no siempre es bien avenida en todos los casos, pero se agradece el riesgo. El diseño gráfico, además, es precioso, y se acompaña el repertorio de una pista videoclipera para cederrón. // Iván Sánchez Moreno