Carlos Núñez
Carlos Núñez
Barcelona, Palau de la Música
21 de diciembre de 2006
La octava edición del Festival del Mil·lenni presentó al músico gallego Carlos Núñez, junto a la Orquestra Nacional Clàssica d’Andorra, en un concierto clásico dividido en dos partes, pero con un aire más informal del que un recital de este tipo (y más en el Palau) podría haber supuesto. Gracias a la complicidad del gaitero con el director de la orquesta, el irlandés David Brophy, así como con el público, al que con gran generosidad fue ilustrando sobre el origen de las piezas o de los instrumentos, Núñez consiguió hacernos partícipes del viaje musical propuesto. La noche comenzó con Tears of stone, reconocimiento a la importancia de The Chieftains en su carrera, y nos llevó después hasta Japón, llenando el recinto de oleadas musicales casi místicas con un tema de Gedo senki (2006), película de animación dirigida por Goro Miyazaki que arrasa actualmente en ese país y en cuya banda sonora participa Carlos Núñez. Acompañado también por su hermano Suso Núñez en la percusión y por Pancho Álvarez en el buzuki, la locomotora orquestal cogió velocidad, se alimentó del virtuosismo de Núñez (con la flauta de pico, con la ocarina, con la gaita, con las diferentes whistels…) y emocionó, recibiendo ovaciones sostenidas y reanudadas como pasó en el inicio de la segunda parte del concierto, con la Muñeira del violinista navarro Pablo Sarasate. Con este maridaje de música tradicional y culta que discurrió entre Korsakov (Capricho español), Joaquín Rodrigo (Concierto de Aranjuez), Miles Davis (The pan piper) o Shaun Davey (The pilgrim's sunrise), Núñez demostró que el repertorio propuesto era sólido y las interpretaciones inspiradas, con la única salvedad de algún momento en el que la flauta se ahogó ligeramente bajo la fuerza de la orquesta. La participación del público llegó al final, para alivio de unos pocos que esperaban una noche más desenfadada y con más temas bailables. Para el resto, el recital supuso un banquete delicadamente preparado por un maestro con muchas tablas, generoso y con gran talento. Arte, magia y profesionalidad en un concierto de calidad para un público variado al que se le debería pedir mayor puntualidad, por respeto y consideración a los músicos. // Mónica Rubio