Bombino
Bombino
Sala Apolo (2). Barcelona. 18 de mayo de 2016
Tremendo viaje el que vivimos con Bombino la pasada noche. Transitamos de la calma nocturna de las arenas del desierto del Teneré, hasta las arrolladoras tormentas que a veces asolan esos impresionantes parajes. Esas que ocurren cuando una masa de aire frío, entra en contacto con otra cálida. En la sala Apolo no sé quien era quien, pero acabamos todos bailando y cubiertos de sudor, sobre todo ellos. Y es que enfundados en unos elegantes trajes africanos con los típicos pañuelos tuareg al cuello, que no se quitaron en toda la noche y sin parar de moverse, la temperatura que soportaron tuvo que ser alta.
Ante todo felicitar de nuevo a Caprichos del Apolo por traer a la ciudad a estos artistas difíciles de ver ya que hay pocos que se arriesguen a contratarlos. A pesar de ello, la sala tuvo una buen entrada.
El concierto empezó con Bombino y su segundo guitarra, sentados y con sendas guitarras acústicas. Entremedio de ellos un músico tocando el djembe, que luego se encargaría de la batería, y a un lado el bajista, pero que empezó haciéndose cargo de la calabash, o sea esa media calabaza ajustada a una mesa y con ese sonido tan identificativo de la percusión africana.
Empezaron con el precioso Ashuhada (Mártires de la Primera Rebelión), uno de los temas de su nuevo y recomendable disco Azel, con el que empujaron al balanceo. Sonaron un par de temas más bajo ese formato acústico, donde la parte instrumental fue la base principal y las voces, con las conocidas llamadas-respuestas, enriqueciendo esas composiciones. Pero a la cuarta ya enchufaron las guitarras eléctricas y tocaron Iwarangh (Debemos), una de esas piezas que le ha servido para acuñar esa nueva etiqueta de “tuareggae”, y con ella empezó el movimiento. Y si bien sus letras, cantadas en tamasheq, una de las principales lenguas de los tuaregs, abogan por su cultura y los derechos de su pueblo, en directo quedan casi en un segundo plano. Ahí son el bajo y la batería los que sostienen el sugerente ritmo, mientras la segunda guitarra va manteniendo la melodía y dejan que el de Níger vaya soltando sus descargas eléctricas.
Con su setlist hizo un repaso por todos sus discos donde sobresalieron por ejemplo la exuberante Tamiditine Tarhanam (Mi Amor, Te digo) o la sugerente Akhar Zaman (Este Momento). Y lo cierto es que Bombino no es muy hablador, esa tarea la cedió a su bajista, que entre el francés e inglés nos presentó algunas de sus canciones y también nos hizo reír con sus bromas. Bombino es más de hablar con su guitarra, a veces de manera pausada, pero a momentos hasta furioso, y que bien que “habla”. Siempre ha reconocido sus influencias, que van de sus grandes maestros Tinariwen, a John Lee Hooker, Jimi Hendrix, Jimmy Page o Mark Knopfler. Pues de todo eso tuvimos en las más de dos horas de concierto que nos regaló y que acabaron con esa tremenda descarga que es Iyat Nihay / Jaguar (Vi un gran desierto), que empezó con una larga y lenta intro, pero que poco a poco fue acelerándose hasta explotar en una verdadera tormenta eléctrica.
De alguna manera Bombino cambió el orden del refrán porque “después de la calma llegó la tempestad” y todos estuvimos agradecidos. +Info | Relacionados | Miguel Amorós.