Ara Malikian & Fernando Egozcue
Ara Malikian
“Con los ojos cerrados…” Diverdi, 2011
Heredero de la pasión arrabalera de Piazzolla en el toque, por un lado, y de la sensibilidad musical de sus ancestros armenios, por el otro, Ara Malikian halló en España un punto de convergencia geográfica entre esos dos polos de su alma. Tras cien sendas exploradas –por el flamenco (Sara Baras, Joaquín Cortés, José Luis Montón), el folk libanés (Fairud), el cine (con Alberto Iglesias, para varias películas de Pedro Almodóvar), el teatro (Pagagnini, todavía en carteleras), televisión (El club de Pizzicato, en RTVE) e incluso el rock sinfónico (con Extremoduro, dirigiendo las partes orquestales de La ley innata, editado por Warner en 2008), Malikian ha demostrado ser uno de esos –cada vez menos escasos– músicos inquietos que reniegan de encasillarse en un solo género y que prefieren ser reconocidos por su eclecticismo y su abertura de miras antes que por un virtuosismo de academia con fecha de caducidad. Pese a que en ocasiones Malikian peque de un frío tecnicismo, no es el caso de trabajos como el que nos ocupa, continuación de aquel aclamado Lejos (Warner, 2007) que compuso al alimón con el guitarrista argentino Fernando Egozcue. Recuperando a dos de los integrantes del quinteto original –Miguel Rodrigáñez al contrabajo y Moisés Sánchez en los teclados–, Con los ojos cerrados… trasciende más allá del jazz y el tango y se escurre por meandros más variados –bolero, rumba, bossa– sin perder un ápice de personalidad ni identidad. Efectivamente, el estilo de Malikian sigue siendo reconocible en los momentos solistas por su comedida sensualidad y su extravertida expresividad instrumental, que despunta sobre todo en piezas como Cruces, Vuelve y No te pido nada más. Aunque hubiese sido de esperar un mayor riesgo tratándose del dúo responsable, el disco no cae en la autocomplacencia ni se acomoda en los tópicos, mezclando con inteligencia y respeto lenguajes tan dispares sin que el resultado chirríe por artificioso ni amanerado. Al contrario, la complejidad y la elaboradísima composición de algunos cortes denotan su cuidado mimo por agradar sin exacerbar las emociones. Quizá el mejor piropo que merezca esta obra sea el de servir una música bonita, sin ser por ello cursi a gratuidad.www.aramalikian.com | Relacionados | Iván Sánchez Moreno