Aquarius: Clássicos que contam a história
Praça Floriano, Cinêlandia, Rio de Janeiro (Brasil)
22 de agosto de 2015
La historia del ciclo Aquarius de conciertos se funde y se confunde inevitablemente con la de O Globo, el gigantesco grupo mass-media que cumple 90 años desde su nacimiento. Roberto Marinho, el director más longevo que ha asumido dicho cargo al frente del trust de comunicación tuvo en 1972 la iniciativa de acercar la música clásica a los ciudadanos de Rio de Janeiro de manera gratuita y siempre desde una posición provocativa y renovadora. Ejemplos de su eclecticismo son los intentos de hibridación con el rock sinfónico –la puesta en escena en 1975 de una de las ínfulas megalomaníacas de Rick Wakeman, el excéntrico teclista de Yes–, el reggae –una curiosa mezcla que se experimentó hace tres años, con dispares resultados–, el legado de los Beatles –convidando en 1993 a su célebre productor, George Martin, para que se hiciera cargo de los arreglos y los ensayos– y una extrañísima recreación de la Consagración de la primavera de Igor Stravinsky ¡junto a una compañía de danza tradicional china! Para celebrar tan especial efeméride, los encargados del ciclo Aquarius ofrecieron el pasado sábado un arriesgado intento por condensar en poco más de una hora una posible evolución entre la ópera y el hip-hop. Bajo la consigna de “Clássicos que contam a história” y presentado por Pedro Bial –una eminencia del periodismo patrio– se alternaron breves apuntes historiográficos sobre la propia trayectoria vital de O Globo, desde sus orígenes hasta la actualidad. El repertorio musical escogido serviría como telón de fondo contextual para conducir al público entre los episodios más destacados que jalonan el curso de O Globo, combinando algunos clásicos populares y nacionales con otras aportaciones más contemporáneas. La ejecución del concierto corrió a cargo de la Orquestra Simfônica do Theatro Municipal de Rio de Janeiro bajo la dirección de Isaac Karabtchevsky. Desde su constitución, dicha orquesta ha contado con la batuta de insignes figuras de la música como el mismísimo Stravinsky, Paul Hindemith y Mstislav Rostropovich, entre otros. Pero la carrera de Karabtchevsky no se queda nada corta. Curtido en otras orquestas como la Tonkünstlerochester de Viena (1988-1994), la del Teatro de la Fenice en Venecia (1995-2001), la Orquestre National des Pays de la Loire (2004-2010) y la Sinfônica Brasileira, de la que es director titular desde hace un cuarto de siglo, el maestro rindió unas palabras en recuerdo del ideólogo del proyecto Aquarius. Afín a los criterios de Marinho, el concierto de esta noche iba a seguir demostrando que la cultura musical no atiende a etiquetas separatistas entre lo culto y lo popular. Por ende, la particular selección que componía el programa no respondía a ningún capricho informal, sino que plasmaba con total coherencia la intención primigenia de O Globo por difundir entre la gente no sólo los eventos más trascendentales del presente, sino también colmar la satisfacción ociosa del goce humano. Desde que la primera publicación de O Globo viera la luz en 1925, el equipo de periodistas que lo integran ha dado cobertura tanto a importantes hitos de la historia local –como por ejemplo la inauguración oficial del famoso Cristo Redentor, erigido sobre el monte Corcovado– como también a otros hechos internacionales no menos relevantes –O Globo fue el primer medio en transmitir de manera casi simultánea imágenes de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936–. Pero el grupo mediático también ha sido fundamental para desplegar la proyección mundial de las dos principales folias del país: el fútbol y, por supuesto, el carnaval. Tales referentes festivo-deportivos no son algo baladí, como trataremos de justificar. Por un lado, tanto Sheila Roza (a cargo de la dirección artística del espectáculo) como Abel Gomes (en la escenografía), encargados del montaje de este especial concierto al aire libre, son también los responsables de los fastos de apertura y cierre de los próximos Juegos Olímpicos del 2016. Por otra parte, el acontecimiento cobraba un tono más lúdico y familiar al haberse organizado a pie de calle, concretamente frente al monumental Teatro Municipal de Rio de Janeiro. Dos pantallas enormes enmarcaban el escenario, aderezando el acto con ornamentales proyecciones sobre la fachada principal del teatro mientras la sombra del águila imperial que la corona se recortaba sobre los edificios colindantes. Tan egregio lugar resultaba idóneo para adoptar el aire épico que se pretendía. De hecho, abrir con la Marcha Triunfal de Aída (1871) ya fue toda una declaración de intenciones, a la que más tarde se uniría también el significativo peso reivindicativo del himno Va, pensiero, tal vez el leitmotiv por excelencia de la ópera Nabucco (1842). La apropiación de la obra verdiana adquiría en dicho contexto un sentido absolutamente lógico. Sin duda alguna, es Giuseppe Verdi un autor íntimamente ligado a los propios fundamentos históricos y estéticos del Teatro Municipal, como se evidencia por la decoración del restaurante que acoge la planta inferior y que retrotrae al visitante a la ambientación requerida para el citado Nabucco. Pero también se contrae otra declarada deuda con el Teatro de la Ópera de París al imitar aquí fielmente el mismo estilo arquitectónico.Al respecto, no puede haber mucha discusión al afirmarse que Francia fue, para bien, un referente capital para la intelectualidad brasileña. En materia musical casi era de obligado deber formarse con los mejores maestros francófonos. Sin ir más lejos, dos de los mayores compositores nacionales como son Tom Jobim y Heitor Villa-Lobos estudiaron armonía tomando como estandarte su gran admiración por la obra de Claude Debussy. Ambos autores se disputarían un relevante papel en el programa que ahora nos ocupa.Si bien del bueno de Jobim rescataron tan sólo una descolorida versión instrumental de la Garota de Ipanema (co-escrita al alimón con Vinicius de Moraes en 1962), Villa-Lobos ocupó un mayor espacio con un total de cuatro piezas, subrayando la influencia indígena y los ritmos africanistas en su particular lenguaje musical. El Aria de la Bachiana nº 5 (1938) sirvió como interludio del concierto, sintetizándola al mínimo con un chelo en solitario. El Choro nº 10 (1925) y el primer movimiento de la Bachiana nº 4 (1941) fueron la antesala a la excelente Mandú-Çarará (1940), obra inspirada en el dios homónimo de la danza que bien podría entenderse como una visión sui generis de la citada Consagración de la primavera. Próxima a una especie de serialismo orquestal, el volumen de la pieza iría acrecentando su fuerza mediante un ostinato de tambores y panderos en lucha con la masa vocal, hasta asomar por el balcón del teatro el Coro Infantil de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) en un momento culminante, al tiempo que varias líneas de vientos se abrían paso a codazos para delinear caóticamente lo que acabaría siendo una marcha ritual contagiosa y acongojante.Más limitada en el aspecto rítmico, Batuque o Dança de Negros (1930), de Lorenzo Fernandes, presumía de formas muy avanzadas y modernas para su época, pero era mucho menos sutil en el trato percusivo que la anterior pieza descrita. Peor suerte corrió la Cidade Maravilhosa de André Filho, un discutible final que no convenció. El buen guión del concierto quedó algo lastrado por ese cierre repentino de bases programadas que respaldaron la irrupción de dos cantantes en el escenario. Tras este infecundo broche de la banda de funk Dream Team do Passinho llegó el brevísimo momento de gloria del combo de baterías de la Escola de Samba Estaçao Primeira de Mangheira, quienes improvisaron una escueta samba que puso al público en pie. Fue éste el número más aplaudido, aunque no el único en el que intervino el conjunto de percusión, pues ya habían hecho sus mejores contribuciones durante las interpretaciones de Fernandes y Villa-Lobos.Rio de Janeiro, dotada de una intensidad musical envidiada por muchas otras ciudades que se enjoyan de soberbio sibaritismo, demuestra con eventos como éste que la alta cultura no debe ser nunca un lujo al alcance de las élites sociales. El esfuerzo de O Globo, detrás de propuestas como la de Aquarius, devuelve al pueblo brasileño una de sus mejores riquezas: músicas nacionales de las que sentirse sobradamente orgulloso.
+ info | Iván Sánchez-Moreno