Toumani Diabate
Toumani Diabate
“The Mandé Variations”
Nuevos Medios / World Circuit, 2008
Tras esa larga, fructífera y espectacular gira con la Symmetric Orchestra, esa numerosa banda que agrupaba a representantes de todas la etnias del Imperio Mandinga, (Senegal, Gambia, Guinea Bissau, Mauritania, Costa de Marfil, Burkina Faso, Níger y parte de Nigeria) y que le he llevado a presentar su disco Boulevard de L’Indépendence (World Circuit, 2006) por medio mundo, Toumani ha tenido tiempo para hacer esta obra maestra. Actualmente este músico es una de las joyas musicales que África posee y ya se ha convertido en un más que digno embajador de la música de Malí. Empezó a tocar la kora a los cinco años de edad, y a pesar de ser griot y poseer una herencia que ha ido pasando de padres a hijos durante ¡setecientos años!, aprendió a tocarla sin ningún profesor, simplemente a través de las cintas de su padre, su abuelo y de otros virtuosos músicos. Aunque no era esa la única música que escuchaba, él siempre cita a Jimi Hendrix, Otis Redding, … y hasta a Scorpions (el primer disco que se compró) entre sus músicos favoritos y esa amplia visión musical le ha abierto a colaborar con artistas de otros estilos. Ese es uno de sus grandes logros, y a la vez que honra su tradición clásica, conecta con facilidad con el mundo moderno. Hay están sus colaboraciones con nuestros Ketama, con Taj Mahal, Damon Albarn (Blur), Ali Farka Touré, Salif Keita o Björk. Eso le ha hecho recorrer el jazz, el blues, el flamenco y ha demostrado que está preparado para cualquier propuesta que le haga viajar musicalmente. En cuanto a la kora explicaremos para los recién llegados, que se trata de un instrumento con conexiones sonoras con el arpa y el laúd, de hecho le llaman el arpa africana. Posee 21 cuerda dispuestas en dos filas paralelas, su cuerpo está hecho con una calabaza que actúa de caja de resonancia y que está cubierta con una piel de cuero. Normalmente se toca sentado, y como muy bien explica Toumani, es un instrumento multidimensional que puede desarrollar tres funciones a la vez, el bajo, el acompañamiento o melodía y el solo. Evidentemente quien ha elevado la kora a la categoría de instrumento solista, después de su padre, ha sido él, antes se utilizaba mucho más como acompañamiento. Y yendo al disco, Toumani explica que se trata de la continuación de Kaira (Palm Pictures, 1987), su primer disco solista que grabó hace veinte años. Posee ocho cortes con largas improvisaciones, solo uno baja un poco de los seis minutos y otro sobrepasa los diez. Ha recogido canciones de hasta 700 años de antigüedad, pero tocándolas de una forma moderna y también hay nuevas composiciones a partir de melodías añejas. Él mismo lo define como un encuentro del pasado y el presente, para construir el futuro. Según se cuenta, se grabó en solo dos horas y cada canción se hizo en una toma, sin retoques posteriores. Es un disco totalmente desnudo, acústico e instrumental, y más que catalogarlo como música tradicional, es más bien un disco marcado por la fuerte personalidad de Toumani y de su expandida y variada carrera. Es de un virtuosismo sublime y tiene pasajes de todos los estilos, intrincados, meditativos, sombríos, con raíces, calmos o tempestuosos. De hecho y a nivel personal cuando acabé de escuchar del tirón este disco, lo primero que pensé es que hubiera sido una gran pena desaprovechar ese talento innato que Toumani posee con la kora. El disco se abre con Si Naani un tema fascinante que encierra una canción tradicional de la etnia peul y que tiene un suave latido “blusero”. Hay temas dedicados y titulados como alguno de sus amigos, como Ali Farka Touré, un sentido tributo al gran bluesman africano con una bonita y esplendida improvisación. En El Nabiyouna hay aires mauritanos, indios y flamencos en un ritmo malí. Y como nota anecdótica y divertida, esa pequeña introducción del tema Cantelowes que hace referencia a la película “El Bueno, el Feo y el Malo”, que luego tiene un desarrollo que explora diferentes humores y que contiene unos pasajes del tema Jarabi del Songhai (Nuevos Medios, 1988) “ketamero”. Pero la más espectacular es la torrencial Kauding Cissoko, en honor al joven de mismo nombre que también tocaba la kora en el grupo del senegalés Baaba Maal y que también murió. Se trata de una nueva versión de la canción que justamente abría su disco antes mencionado Kaira, que allí se titulaba Alla L’Aa Ke y que ya había tocado su padre, en esta ocasión tocada de una forma tan dinámica que hace difícil creer que solo hay un instrumento sonando a la vez. Como siempre ocurre con los discos de World Circuit, la grabación y producción se ha cuidado al máximo. El sonido es súper nítido, se oye perfectamente cada pulsación de las cuerdas y la increíble sonoridad de la calabaza, sobre todo si se escucha con auriculares. Ahí está la mano de Nick Gold (Buena Vista Social Club, Ali Farka Touré, Orchestra Baobab) que haciendo honor a su nombre, todo lo que toca lo convierte en oro, aunque quizá ya lo era antes de que él lo tocara. En definitiva se trata de un disco que exige atenta escucha, pero que recompensa sobradamente. Como nota complementaria añadir que el hijo de Toumani, Sidiki está estudiando en el conservatorio de Bamako y toca la kora con un grupo de hip hop. La tradición continua. // Miguel Amorós