Stéphane Belmondo trío
Stéphane Belmondo Trío
Jamboree, Barcelona. 18 de febrero de 2015.
El trío del trompetista francés está de gira presentando su último trabajo titulado Love for Chet (en homenaje, como no, a Chet Baker) por lo que explico Belmondo, el disco saldrá en abril, seguro que merece la pena después de lo escuchado anoche en la cava de la Plaza Real. Los que conocéis la obra de Chet Baker sabéis que sería ridículo ofrecer un bolo tocando sus temas y ya está. Lo que diferencia a Baker de otros trompetistas, no es su potencia, habilidad, o virtuosismo, ni mucho menos, hay muchos trompetistas técnicamente superiores, pero muy pocos por no decir ninguno, que te penetre con ese sonido apenas sin brillo pero dulce como un veneno. Belmondo venía con dos armas, empezó con la trompeta y no conseguía su objetivo, se pasó al fiscornio y tampoco, después de unas milagrosas gotas de agua y de ir cogiéndole el tempo a sus compañeros la cosa mejoró mucho, y por supuesto que hubo momentos muy Bakerianos en sus registros. Pero la verdad es que para un servidor el Chet Beker de la noche fue Jesse Van Ruller, un guitarrista que trabaja en su instrumento como si escribiese en una vieja Olivetti, si que producía muchas notas, pero sin virtuosismo, si que desarrollaba melodía pero sin prisa. El público premiaba constantemente el trabajo de Van Ruller y como profesionales que son, y viendo la respuesta del espectador, las cuerdas decidieron jugar fuerte. Con una mirada cómplice Jesse Van Ruller y Thomas Bramerie, iniciaron un ritmo ajeno a la obra de Baker pero atractivo y original, Bramerie encontró su espacio y lo aprovechó. Este músico de Bergerac, no es ningún recién llegado y desde la discreción del contrabajo fue demostrando que cualquier instrumento es bueno para crear emociones, siempre que sepas lo que quieres expresar y seas capaz de hacerlo. Belmondo seguía existiendo y nadie puede negar que su fiscornio consiguiera recordarnos a la trompeta de Baker, pero Van Ruller y Bramerie, esos dos me hicieron pasar un rato inolvidable. Los tres saludaron efusivamente, se fueron, pero estaba claro que tenían que volver, un bis de esos en que el Jamboree parece poner de su parte toda la magia que atesora (como decía al principio Pere Pons, el mismo Baker había dejado su rastro hacia 52 años) así pues el silencio absoluto con que acogimos al trío se fue llenando de notas suaves y directas al corazón, por una noche Chet Baker volvió a enamorarnos. + info | relacionados | Candido Querol