Seun Kuti
Seun Kuti
"Many things"
To Tót Ou Tard / VF Musiques, 2008
Si hace algunos meses su hermano mayor Femi lanzaba una nueva carga de profundidad titulada Day by day (disco de la semana en la web de B-Ritmos!), el pequeño de la saga Kuti no se amilana y dispara siete contundentes torpedos dispuestos a hacer tambalear los cimientos de cualquier discoteca del globo terráqueo. Canciones que tendremos la suerte de presenciar en directo en los conciertos que el saxofonista y cantante nigeriano ofrece este mes de mayo a lo largo de la geografía española: 20 de mayo discoteca Joy Eslava (Madrid), 22 de mayo Festival Territorios (Sevilla), 23 de mayo Auditorio de Pontevedra. El nuevo trabajo del benjamín de la saga suena tan inflamable como la contraportada en la que aparece la silueta de Africa envuelta en llamas. Y es que Seun Anikulapo Kuti, a pesar de su juventud – tan solo cuenta con 26 primaveras – tiene buenos guardaspaldas que velan por su integridad artística. Estos se hacen llamar Egypt 80, la última de las orquestas de su malogrado progenitor, el inmenso visionario Fela Kuti. Parafraseando el título de este fogoso disco, son muchas las cosas por las que hay que quejarse en un continente tan castigado como Africa. Desde el desproporcionado e injustificado acoso policial a la población civil que se trata en la inicial y espasmódica Think Africa, hasta la avergonzante codicia de petroleras como Shell o NNPC, expuesta en la rocosa rítmica de Na oil, o el azote de enfermedades tropicales como el paludismo, tan fáciles de combatir con una simple mosquitera, denuncia de la espídica y convulsiva Mosquito song. Las adictivas y bailables poliritmias creadas por esta macro-orquesta de dieciocho músicos cuentan con el respaldo de miembros originales que trabajaban en los tiempos de Fela, como son los saxofonistas Lekan Animanashaun y Adedimeji Fagbemi (Showboy). Los contagiosos arreglos de viento, que quedan reflejados en los bombazos de Don´t give that shit to me, Fire dance o African problems, unidos a las saltarinas percusiones y las nerviosas guitarras, que dejan asomar esos mortíferos rasgados con forma de aguijón, aseguran que el afrobeat está más que vivo y coleando. // Miguel Angel Sánchez Gárate