Portico Quartet

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Portico Quartet

“Knee-Deep in the North Sea” RealWorld/Resistencia, 2010

Tras el exitazo de Isle (RealWorld, 2009), se reedita ahora el debut del Portico Quartet, originalmente publicado por Babel hace cuatro años –aunque, en esta ocasión, se añaden tres cortes en directo–. Caracterizados por incluir, junto a la base clásica de saxo-batería-contrabajo el sonido del hang –derivado del gamelán indonesio y del resonator de Helmholtz (el cual fue inicialmente concebido para su uso experimentalyH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Portico Quartet en laboratorios de psicofísica)–, el Portico Quartet ofrece un jazz amable y de aires oníricos, entre la improvisación y el trance relajado, con primacía de ritmos lentos y melodías minimalistas. No es extraño que el sello de Peter Gabriel se fijara en estos cuatro ingleses para engrosar su catálogo, subiéndose al carro de la nueva hornada del jazz actual –la misma línea que siguen Erik Truffaz, E.S.T., Brad Mehldau, o The Bad Plus, entre otros–. La propuesta del Portico Quartet pretende fusionar a Terry Riley con René Aubry y Miles Davis, mezclando aires juguetones con otros más pausados, pero sin alcanzar las cotas de los citados: donde sobra frescura falta el brillo, y en general da la impresión de que el acomodaticio obrará estragos en la música de la formación si no ponen remedio pronto. Se echa de menos un mayor trabajo de contrastes entre los instrumentos, quedándose en lo que parece la mera superficie de las formas. Buscan un estilo agradable, sin más –con la excepción de piezas más dinámicas como Steps in the wrong direction, The Kon Tiki Expedition o la que da nombre al disco–, sin aprovecharse lo suficiente las posibilidades instrumentales. Quizá se deba a que se le dé demasiada importancia a uno de ellos que, incapaz de dar más de sí, obliga al resto a quedar relegado en roles secundarios o simplemente rítmicos. Sin demasiado desarrollo de los temas y unas líneas constantes que apenas se quiebran, el disco cae a menudo en la radiofórmula autocomplaciente –como evidencian títulos como Cittàgazze o Prickly Pear, por ejemplo–, y, al final, aquello que debería servir como aderezo o detalle, acaba convirtiéndose en un lastre. Un lastre bonito, eso sí, como la portada (de estilo constructivista) diseñada por el baterista del grupo. www.porticoquartet.com //  Iván Sánchez Moreno

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