Omega

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Omega

Bruno Galindo. Lengua de Trapo, 2011


Omega
(1996, El Europeo) hizo que, por un momento, se silenciara La leyenda del tiempo (1979, Philips). Mientras que el disco de Camarón era una revisión colorista de los poemas más vitalistas de Lorca (preferentemente los de juventud, comprendidos entre 1921-1924), el de Morente era tan oscuro como los versos escogidos del bardo granadino. Acompañado por los Lagartija Nick y secundado por artistas del duende como Tomatito, Cañizares, Tino di Geraldo, Vicente Amigo, Isidro Muñoz y su hija Estrella, Morente tejió sin saberlo la mortaja negra con que arroparían su tumba. El periodista Bruno Galindo reconstruye el largo y conflictivo proceso de creación de una obrayH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Omega magna que cambió para siempre la manera de concebir el flamenco, compilando cientos de fragmentos de entrevistas para componer un puzzle de voces tan dispares como encontradas. Gestar Omega no fue nada fácil. En cuanto vio la luz, acomplejó a los flamencólicos y desencajó a los indies (tanto Sonic Youth, a quienes la mezcla les sonaba a chino, como J, vocalista de Los Planetas, fueron de los santos arrepentidos que acabaron subiéndose al carro… ay, perdón, quería decir que se convirtieron al jondo, pese a su menosprecio inicial), pero también condenó algunas carreras futuras. Como la de los Lagartija, eclipsados por el insuperable éxito del álbum: sin Morente, el grupo no superó las expectativas –Val del Omar (1998, CBS/Sony) sufrió la maldita desdicha de compararse con su predecesor– y Morente, sin la banda, no consiguió estar a la altura con su irregular Lorca (1998, Virgin), en el que, por otra parte, faltaba también la magia de las adaptaciones líricas de Alberto Manzano. La cita no nada baladí, pues se le suele obviar entre los nombres de los máximos responsables del proyecto. No en vano, Manzano fue uno de los principales artífices del homenaje que, cabe subrayarlo, no iba dedicado a Lorca, sino a Cohen (autor del artículo que cierra el libro y gran conocedor de la literatura lorquiana). De hecho, desde “su” Omega, Manzano no ha cejado en su empeño por rendir honores al cantante canadiense, como prueban los tributarios Acordes con Leonard Cohen (2007, Discmedi) y Leonard Cohen, en boca de… (2011, Discmedi).

Volviendo a Omega, cabe advertir que no todo el mundo confió en la rara iniciativa de fusionar géneros tan dispares (¿Lorca y Cohen?, ¿Morente y Lagartija?, ¿flamenco y rock duro?), que en contadas ocasiones muchos abandonaron el barco a su suerte (Eric Jiménez, el citado Manzano) y que otros por poco no hacen lo mismo (¡incluso el propio Morente no lo veía nada claro!). En el prólogo, Santiago Auserón apenas hace mención a la cantidad de problemas, secretillos ambiguos, anécdotas feroces, malos rollos y frustraciones varias que fraguaron uno de los mejores discos de la historia del flamenco. O, mejor dicho, de la Música con M mayúscula. Como Maravilla, Morente y Muerte. Descanse en paz y quede su alma tranquila, pues el Maestro ya se ganó el Cielo con esta auténtica joya. | Lengua de Trapo | Relacionados | Iván Sánchez-Moreno

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