Miriam Méndez
Miriam Méndez
Festival Internacional de Piano de Barcelona
Barcelona, L´Auditori
27 de marzo de 2008
Formada en los Conservatorios de Sevilla y Barcelona y con profesores en Bolonia de la talla de Achúcarro, Pollini o Chaillay, Miriam Méndez halló en Bach al “más flamenco de los compositores clásicos”. Antes de contar con la acertada visión comercial de Michael Haas (Domingo, Solti, Pavarotti, Rostropovich), que le ha producido su primer disco, Miriam se pateó muchos escenarios acompañando en giras a Paco de Lucía, Sara Baras y Diego El Cigala, entre muchos otros. Ya es cada vez más habitual que artistas del flamenco se paseen por la música “culta” con una gracia magistral. A las referencias de Dorantes, el dúo Malikian / Montón, o Diego, el pequeño de los Amador, viene a sumarse también Miriam Méndez. Su estilo al piano es sin embargo poco apto para “puristas”. Aunque no rompe las formas bachianas (como Uri Caine) ni las reconvierte (como hace Jacques Loussier), Bach es no obstante una excusa. El cometido de Miriam es el de crear espesos cortinajes, retorcidos requiebros, empezando por ejemplo con un Aria del maestro de la peluca y acabando con un final festivo de puro swing por bulerías. En su directo, el piano no cobra un mayor protagonismo que el resto de la banda, marcando con un afilado stacatto los puntuales detalles que van dando paso a cada instrumento. Miriam toca asimismo descalza, por lo que su furia interpretativa se proyecta con una tirantez casi inaudita sobre el teclado. Toca a Bach haciéndole rodar desde una extrema lentitud hasta las intensas ráfagas de riffs pianísticos que sirvan de cortinilla rítmica. Va así estirando las formas melódicas entre cuyos pasajes se cuelan las pinceladas de los demás músicos –ahora un lacito del clarinete, luego un solo de guitarra, de repente un cambio percusivo, etc–. Émula del estilo semiimprovisatorio de Keith Jarrett, el Bach aflamencado de Miriam Méndez combina también impresionismo y jazz; juega con las disonancias antes de entrar en el tema, crea atmósferas de cariz experimental con oscuros martinetes y dirige al trío de cámara –chelo, violín y clarinete– con un guiño, y al cuarteto flamenco –cajón, guitarra, palmas y voces– con sonrisas. Preciosa zíngara de ojos de gata, se arrancó un baile final mientras el piano restaba callado y el violín dibujaba arabescos en el aire. Fue por el contrario el único instante de relax, pues hasta el momento al concierto se le echó de menos menos rigor y más libertad, menos corsé y más duende, en definitiva. Aunque todo estaba ceñido y muy bien puesto en su sitio, faltó emoción –algún tirarse por peteneras con un imprevisto pizzicato, algún quejío fuera de guión…–. Tras el reciclaje de buena parte de El clave bien temperado por rumbas, tangos y soleás, Miriam regaló un bis del Aria de la Reina de la Noche de La Flauta Mágica, avance de su próximo espectáculo –un particular homenaje a Mozart revisando citas de obras como Las Bodas de Fígaro, la Sinfonía nº 40, el Concierto nº 20 para piano y, cómo no, la Marcha Turca–. // Iván Sánchez Moreno