Mariza
Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona
Palau de la Música, Barcelona. 8 de noviembre de 2012
El concierto de Mariza en el Palau de la Música tuvo todo aquello que hace que un público que va a ver a una artista sabiendo que esta le gusta; predispuesto a disfrutar del acontecimientos y esperando una noche inolvidable; se merece. Y esto, la artista, lo tenía muy claro. Después de cientos y cientos de conciertos en directo, Mariza sabe como enardecer a unos espectadores para conseguir que su recital sea todo un éxito. El Palau de la Música no estaba lleno del todo, pero todos los que allí estaban sabían a lo que iban y lo que querían, como se demostró desde el momento en que, tras los preceptivos anuncios que conminan a apagar los móviles, a no grabar, etc., con el escenario vació, la gente prorrumpió en aplausos esperando la llegada de la cantante, que no defraudó en su salida. Una de las claves para que el concierto dejara a sus admiradores con un excelente sabor de boca.
Los músicos salieron a escena y ella, desde bambalinas empezó a interpretar Promete, jura, a capella, provocando nuevamente el aplauso del público que se fundió con la inclusión de los instrumentos, una guitarra portuguesa, una acústica y una baja, en el tema.
Tras Na rua do silêncio, el siguiente tema, Mariza hizo su primer parlamento, saludando en catalán, diciendo que está encantada de estar nuevamente ahí, y que esta noche será especial. Sus parlamentos serán muy importantes durante toda la noche.
Después de Fado Vianinha, tercero de los temas que interpretaba de su nuevo disco Fado tradicional, presentó un tema de su anterior disco Terra, que, como explicó, fue producido, con aires más africanos, por Javier Limón. Lo demostró cantando Beijo De Saudade, aunque en este caso, no contó con la ayuda de Tito Paris, como ella misma explicó que había ocurrido en el disco. Una interpretación de un tema caboverdiano donde reivindicó su origen mozambiqueño, que acentuó con los movimientos que efectuaba durante la interpretación.
Entonces con más de dos minutos de percusión y voz como introducción cantó uno de sus temas fetiche, Barco Negro, que hiciera famoso Amalia Rodrigues, que concluyó con un final apoteósico con protagonismo de su voz y el percusionista que se había añadido en el tema anterior.
Y tras la apoteosis, una de sus canciones más conocidas, Meu fado meu, famosa por la versión que, junto a Miguel Poveda, hicieron para la película de Carlos Saura, Fados.
Un saludo a la colonia portuguesa presenta en la sala y una guitarrada, como ella anunció, es decir, una pieza instrumental de su grupo, que demostró la calidad del mismo, antecedió a Chuva, As Meninas Dos Meus Olhos, Mais uma lua, estos dos últimos también de su nuevo trabajo, y Primavera, su fado preferido, dijo, que si no canta en un concierto le parece que éste no esté completo.
A partir de aquí propuso un viaje por los diferentes ritmos portugueses, comenzando por la Feira de Castro, donde la percusión ofreció un solo de batería de más de cinco minutos que, como ocurre en estos casos, fue acogido con entusiasmo por los presentes.
Con el mismo entusiasmo que el público del Palau cantó en masa Rosa branca, después de una serie de ensayos dirigidos por la propia Mariza, en un juego que la gente agradeció de forma entusiasta acabada la canción.
Llegaba el supuesto final del concierto con un fado que ella, explicó, escuchaba en la taberna de sus padres y que cantaba Fernando Mauricio, Boa noite solidão, que cantó sin micro y con sus músicos también sin amplificación.
Ante la insistencia de la gente, Mariza volvió a salir y sentándose en una tarima del escenario empezó un dialogo con el público preguntando las nacionalidades de los presentes, empezando un rosario de canciones, de las que iba interpretando un fragmento según las peticiones: Samba d’uma nota so, en homenaje a los brasileños, Medo, Há uma música do povo, basada en un poema de Fernando Pessoa, Maria Lisboa,…
Y seguían las peticiones, cuando dijo que iba a escoger ella. Y lo que escogió fue un bolero de Armando Manzanero, Te extraño, cantado, por supuesto, en castellano.
Ahora sí, realmente llegando al final, Mariza bajó entre el público a cantar Ó gente da minha terra, paseando por la platea mientras estrechaba las manos que se le ofrecían. Aquí sí que se llegó al punto culminante de aplausos y vítores del público.
Y deseando haber transmitido toda su energía para que les durase toda la semana a los espectadores, dijo, volvió a interpretar Rosa Branca, con los coros aprendidos antes funcionando perfectamente; y ella dando la mano, uno a uno, a todos las personas de la primera fila; y la gente siguiendo con palmas su actuación; acabó este concierto que había durado una hora y cuarenta y cinco minutos y que había satisfecho plenamente a todos sus incondicionales seguidores que estaban en el Palau.
Una cantante de fados amiga mía, me comentó al salir, que si bien las interpretaciones de Mariza eran impecables técnicamente, a su gusto le faltaba un punto de emoción; que mantenía una suerte de frialdad incompatible con ese tipo de música. No querría entrar en discusiones porque siempre un intérprete sabe más que un espectador, pero me gustaría confirmar dos aspectos: la absoluta profesionalidad de un concierto que con sus claves, las que he comentado: canto a capella, participación del público, canto sin micro, extensos parlamentos con referencias personales, lucimiento de los músicos, petición de canciones a través de un dialogo, canción en castellano, bajada al patio de butacas, saludos a los espectadores de uno en uno; se fue desarrollando en un estudiado crescendo que llenó de entusiasmo a los que allí estaban para verla. Y esto es, precisamente, lo segundo que quería hacer notar: todo el Palau vibró con ella, nadie se levantó de su butaca hasta el final, y los aplausos duraron varios minutos acabado el concierto, esperando que volviese la artista, lo que no ocurrió. Una Mariza delgadísima; vestida absolutamente de negro; con su pelo rubio, cortísimo; que en muchos momentos se sentó en el escenario, acentuando ese aspecto de fragilidad física que contrasta con su voz, a la que, en según que pasajes, imprimió una potencia extraordinaria, casi excesiva, que entusiasmaba a los espectadores. + Info | Texto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO | Escucha el programa