Manos Achalinotopoulos
Manos Ahalinotopoulos
“Yakinthos”
Sony Classical / Resistencia
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Este breve texto es un sentido homenaje y un severo tirón de orejas. Lo primero porque un disco como éste merece un distinguido recuerdo y un hueco en toda musicoteca selecta. Y lo segundo por el eclipse mediático que en su momento (el trabajo fue editado en 1998) nos lo escamoteó. El por qué esta pequeña joya pasó desapercibida como se ignora un jacinto entre los cardos es un misterio aún por aclarar. Manos Achalinotopoulos –multi-instrumentista, pero principalmente clarinetista– es un artista mínimamente reconocido por estos lares tan culturalmente áridos del Medio Occidente por su participación como músico de sesión en varios trabajos de Eleftheria Arvanitaki. Y poco más. Formado entre el clasicismo más académico, el jazz vanguardista y la investigación musicológica –explorando las raíces ancestrales de la música y sus influencias posteriores en formas y estructuras más actuales (una inconfesada teta de la que han mamado hasta el hartazgo gente dispar como Goran Bregovic, Lisa Gerrard e incluso Robert Plant)–, Achalinotopoulos presenta un cancionero propio basado en el tradicionario mediterráneo. Compuesto en suma con reminiscencias griegas, pero también egipcias, balcánicas, turcas y romanís, Hyacinth contiene tantos estilos como modos de entender la(s) música(s), suficientes para enganchar a un buen número de neófitos en este proceloso mar de la world music y aledaños: el ejercicio de virtuosismo que supone Bacchic, el espeluznante Echo, los coros épicos de Doxology, el impresionismo minimalista de Picture… Rítmicamente magistral, con una paleta de colores vivísima (Suk es puro Ornette Coleman con los Músicos Maestros de Jajouka) y un sabio cruce entre instrumentos eléctricos y acústicos, amén de las colaboraciones vocales de Alexis Parcharidis, Christos Chalkias y la suya propia (en Lullaby y Bridges), Achalinotopoulos le mete un gol a nuestro orgullo de melómano y consigue lo que pocos alcanzan con su obra: la atemporalidad. Su música se basa indudablemente en los cogollos de la historia, pero le confiere una pátina de contemporaneidad que no puede caducar. Al margen de modas, licencias comerciales y artificios estéticos caprichosamente gratuitos (esos que confunden el celofán del envoltorio con la intención del regalo), Manos Achalinotopoulos dirige un viaje alucinante por los fondos de una de las artes más discutidas y más mal valoradas de la Humanidad: la música. Qué vergüenza dedicarse a esto de la crítica cuando quedan tantos maestros de los que aprender… // Iván Sánchez Moreno