Mano que Mece la Luna
Factoría Autor, 2007
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El sueño, para unos, es una muerte pequeña. Para los niños, sin embargo, una fuga de la realidad. Los niños, por suerte, aún tienen la memoria corta y los días todavía se les hacen largos. Casi no queda tiempo para angustias vitales, fantasmas del pasado y demonios de la rutina, pero en cambio sobra imaginación para inventar nuevos temores. Las nanas son al respecto una herramienta pedagógica para ahuyentar los miedos a la oscuridad, al silencio, a la noche… y a la soledad. Una canción de cuna retrotrae a la infancia, al amor de una madre (o de un padre de buena voz), al balanceo de un arrorró que, como ronroneo de gato, reconforta con un calorcillo irrepetible. En este proyecto coordinado por Fernando Neira se compendia una docena de nanas prologada por Lorenzo Silva –autor de La flaqueza del bolchevique (1997) y El alquimista impaciente (2000), editados por Destino–, unas anodinas, otras que parecen himnos de boda con la luna, pero siempre música de luceros para versos a veces lorquianos que incitan al sueño en duermevelas… o a una triste pesadilla de duelo por los difuntos que no volverán. No tiende este disco, pues, hacia la nana al uso, cursilona y superficial, sino a un repertorio de inéditas, préstamos y covers de profundo calado, sea por sus arreglos o por los textos escogidos. La selección es excelente. Ningún artista desentona ni pervierte el género en su propio beneficio (estilísticamente hablando): Lidia Pujol, Guadi Galego (Berrogüeto, Ialma, Nordestin@s), Jabier Muguruza (con un poema de Iñaki Irazu, el hermano de Bernardo Atxaga), alianzas entre La Bruja Gata y la cantante de Mestisay o Rosa Zaragoza, recuperando una nana de raíces judeo-catalanas con arreglos de cámara de Eduard Iniesta (Marina Rossell, Josep Carreras, Marcel Casellas, Clacsons); la contribución céltica la pone la Musgaña con un instrumental basado en el cancionero segoviano y burgalés, y Dorantes –sobrino de El Lebrijano– rescata una pieza de su disco de debut, publicado hace ya una década. Las perlas de anticuario las aportan, por un lado, Eliseo Parra, con una tonada tradicional que le confió una heladera de El Escorial antes de morir, y, por otro, Mariví Cabo, ex–pupila de Benito Cabrera y Valentina la de Sabinosa, siguiendo una estela similar con una impresionante balada de melismas moriscos de las que tan sólo sobreviven entre la ancianidad de la isla de El Hierro. Para acabar, dos verdaderas rarezas: una preciosa variante del Goodnight de los Beatles (a cargo de Xosé Lois Romero) y el Lullaby de Tom Waits, adaptada al castellano por La Chicana en clave mortuoria. Doce maneras de interpretar una de las formas musicales más antiguas de todo el mundo, entre los sueños de caramelo y la más dulce de las pesadillas. // Iván Sánchez Moreno