Juan Carlos Cáceres
Juan Carlos Cáceres
”Murga argentina”
Mañana / Naïve
www.naive.fr
Coincidiendo con el nacimiento del tango, a finales del siglo XIX, explotaba el mito de la Argentina blanca. Esa obsesión generalizada por el total ocultamiento del ancestro negro, promovida por las élites y secundada por la gran población, daba la espalda a épocas pasadas en las que el Virreinato del Río de la Plata tenía a Uruguay (curiosamente un país que después ha seguido siendo en buena parte negro) como una provincia argentina. Conceptos como “nación blanca, nación civilizada” pretendían abolir realidades como que a finales del mencionado siglo existía una prolífica pero desconocida actividad periodística y literaria afro-argentina que buscaba infatigablemente el reconocimiento social de la población de origen africano. Aún así, manifestaciones artísticas determinantes como el candombe eran menospreciadas hasta puntos inmorales: se le llegó a llamar “gimnasia festiva” o “sociología ruidosa del ocio”. Mientras, el blanquito de aires europeos “espiaba e intentaba imitar a los negros cómo bailaban. Pero como le resultaba imposible seguir su ritmo, creó un baile serio, cartesiano, con cara de palo. Y así surge el baile del tango que ahora conocemos” (revista Tierra, especial latino, diciembre de 1999), según palabras del propio Juan Carlos Cáceres, incansable defensor de la negritud en los orígenes del tango que ahora vuelve a poner el dedo en la llaga de una de las elipsis más inadmisibles de la historia de nuestros “paisanos” argentinos. En este caso se vale de la murga, música popular de calle propia del carnaval y originaria de los barrios de Buenos Aires, para hacer justicia a la herencia africana de la cultura argentina. Si ya nos conmovió con sus anteriores trabajos, desbordantes de su personal tango negro hecho desde el corazón de la vieja Europa (reside en París desde 1968), ahora vuelve a llegar donde más duele, sin notas superfluas y de forma directa, sencilla y profunda. Músico como los de antes –compone, canta y toca piano y trombón–, Cáceres se rodea de virtuosos tangueros como Nini Flores, bandoneón y acordeón, y Paul Lazar, violín, y confía la dirección artística al vanguardista Eduardo Makaroff, de Gotan Project, para dar una excelente lección de murga, heredera del primitivo candombe, con cadencias de jazz y ecos africanos, recuperando la percusión tan obviada por el tango en su momento de mayor expansión durante los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Una completa ración de buena milonga para refrescar la memoria de aquellos que no recuerdan nombres como los de Rosendo Mendizábal o Enrique Maciel, ambos autores negros de tango, o el hecho de que la primera orquesta de tango que viajó a Europa se llamó Murga Argentina. Del resto se encargan las letras de este erudito del arrabal que, desde Europa, no pierde de vista a su Río de la Plata ni a la época en que la colonia de Buenos Aires era un mercado de esclavos africanos y un tercio de su población era negra. // María José López Vilalta, ‘La Morocha’