John Abercrombie Quartet
John Abercrombie Quartet
Terrassa, Nova Jazz Cava
23 de marzo de 2007
El guitarrista norteamericano volvía a Terrassa después de muchos años para presentar, quizá, la propuesta más contemporánea de esta vigésimosexta edición del festival. Igual que los grandes clubs de fútbol escogen lo mejorcito de cada posición para crear un equipo potente, mientras los aficionados juegan porque son amigos, estos grupos de jazz no son cuatro amigos del instituto que se juntan los sábados por la tarde. Abercrombie crea unas composiciones y después piensa en los mejores músicos que pueden tocarlas. Primero escoge a Mark Feldman: el violín de este hombre, después de trabajar con John Zorn, Dave Douglas o nuestro Lluís Vidal, se mueve sin problemas entre el jazz, la música clásica y la música contemporánea, y entiende las ideas de John Abercrombie a la perfección. Después llama a Mark Jonson, que tiene la pulsación en el bajo necesaria para redondear esos sonidos tan particulares y cuyas inquietudes corren conjuntas a las del guitarrista. Y si tuviésemos la suerte de que Joey Baron tuviese algún agujerito en su agenda, ya sería el colmo. Pues sí. ¡Bingo! El risueño baterista tenía unos días libres que le permitieron estar en el cuarteto durante su presentación en Europa. Puntuales, Abercrombie y Feldman, los dos solistas del proyecto, quieren empezar un dúo prometedor. Pero al momento Baron empieza a meterse en medio, con una sonrisa de oreja a oreja, y obliga a las cuerdas a subir el volumen. Está claro que a Abercrombie no le importa: por algo del rock lo que más le interesaba era Hendrix. Y respecto a lo que pueda hacer Baron, ya lo expresaba el guitarrista claramente en unas declaraciones: “los solos de Baron siempre son diferentes, por eso nunca pueden aburrirte”. La verdad es que había visto a Joey Baron en otras ocasiones y nunca te cansa. Además, siempre permanece atento a cualquier cambio entre sus compañeros. Y el tipo ha decidido, para completar el círculo, que poner un poco de show mientras se respete la música no daña a nadie. Así que iba destrozando una baqueta al tiempo que hacía unos juegos rítmicos sorprendentes. Todos sabíamos que los trocitos de madera que saltaban sonaban a preparado. Pero cuando le dio la vuelta al tambor mientras seguía produciendo ritmos con todas las partes de su cuerpo, Abercrombie le miró y le permitió todo. Por supuesto, la manera de hablar de la guitarra del monstruo no se puede explicar. Eso hay que escucharlo, sentirlo, vivirlo. // Cándido Querol