Dulce Pontes

yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Dulce PontesDulce Pontes
“El corazón tiene tres puertas”
Ondeia / Resistencia
www.dulcepontes.net

Se despacha aquí con veinticinco temas en un doble compacto y siete bises en un dvd grabado durante un colorista concierto en Estambul. Se trata de un directo de su gira mundial, plasmado “a pelo” y sin retoques, respetando las entradas a destiempo, las notas en falso, los vítores del público a media canción, y en el que se saca el máximo partido a los efectos del eco azaroso de los sitios escogidos para cada actuación. Dulce Pontes se pluriemplea como cantante, pianista, compositora, arreglista, productora y editora independiente, centrando el vasto programa en historias sobre amistad, amor y familia, las tres puertas del corazón según la filosofía pontificia (no en vano, dedica el disco a su hijo y a Dios). De hecho, tres son también los bloques temáticos del repertorio elegido: uno para el fado más crudo, sin aderezos ni maquillajes; otro en el que da rienda suelta a sus dotes de cantautora; y el último, el más espiritual, para experimentar con las acústicas de Santa María de Óbidos y el convento de Cristo de Tomar. Tanto material y tan disperso termina abrumando: desde luego, se hubiera agradecido algo de tijera. Pero este afán de riesgo se echa tanto de menos en música que bien merece quitarse el sombrero ante tamaña hazaña. Arropada con intervenciones de Carlos Núñez, Uxía, Filipos Tsemberoulis, una pequeña orquesta de cuerda y un hipnótico acompañamiento coral que pone la piel de gallina, Dulce Pontes baraja con inteligencia el fado con ecos impresionistas y del medievo. Hay lugar de sobras también para versiones: Los amantes de Teruel, que popularizara Edith Piaf con música de Mikis Theodorakis; una introspectiva adaptación de La llorona de Chavela Vargas, desnuda de tópicos rancheros; un poema de Gastao Neves en clave de spoken word y hasta una triste elegía para su amigo Joao Mendonça (A verdade del poeta). El principio mismo ya es toda una declaración de intenciones –Ovelha negra, una feroz crítica a la corrupción democrática–, para continuar en un tono más plañidero que el violonchelo de Davide Zaccaria se encarga de ir remarcando a lo largo del disco –en Os lobos e ninguém también se atreve con un jazz de aires piazzolleros–. Y aunque priman barrocas reminiscencias –cortes próximos al lenguaje de Bach, instrumentación antigua (un órgano de tubos en Há festa na Mouraria o un remix final que mezcla tres tonadas tradicionales con un fondo enzarzado de influencia india, celta y árabe), una tarantela jotera como Tenho una casa no sul o el fandango clásico Ou passa ou nao passa–, queda patente el peso del maestro Morricone en piezas tan hermosas como O meu Porto do Graal, sin duda de lo mejor que haya escrito Pontes. // Iván Sánchez Moreno