Chucho Valdés
Chucho Valdés
"Canto a Dios"
Factoría Autor, 2008
Chucho es el hijo de Bebo Valdés, el octogenario músico tan popular por el disco Lágrimas negras, pergeñado junto a El Cigala. Y a decir verdad es un serio contrincante que no se queda atrás en el teclado. Si el padre es un monstruo, el hijo no se aviene a menos y poco tiene que demostrar con su lirismo y su encendida rítmica caribeña. Este ambicioso trabajo ha sido gestado junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, el Coro Nacional de Cuba y una nutrida sección de vientos, bajo, guitarra, batería y percusión. Claudia, la primera de las composiciones, está dedicada a la hija de Emilio Quesada, responsable de la introducción en el mercado norteamericano de la Orquesta Irakere, y tiene un aire bastante lounge o de easy-listening por los arreglos orquestales y el modo en que está ejecutada. La segunda de las piezas es Nanu, que es la madre de algunas deidades isleñas de la santería y el culto yoruba, como San Lázaro o Babalú Ayé. Tiene un aire más jazz y en el tramo final cede protagonismo a las cuerdas de la orquesta. La tormenta y la calma está dedicada a un río entre los ríos, el Mississippi, en claro homenaje a las tierras donde se forjó el jazz. Este tema gasta la poesía de los maestros Mc Coy Tyner y Bill Evans. Entre unos primeros arrebatados crescendos da paso a un calmo recorrido por las teclas que desemboca en unos "rápidos" exultantes cargados de percusión latina y tensión instrumental, para terminar entre ráfagas de borrasca y tranquilidad. Canto a Dios, número que da título al disco, es una especie de redención a todas las víctimas del huracán Katrina en Nueva Orleans. La fusión de las voces del Coro Nacional con las cuerdas de la Orquesta Nacional refleja uno de los momentos más dramáticos del disco, para dar luego paso al épico piano y la conmovedora voz de Mayra Caridad Valdés. Cierra el álbumTributo a Africa (Shaka Zulu) con unos arreglos iniciales muy de documental televisivo a lo El Hombre y la Tierra, que desencadenan en fraseos de free-jazz, onomatopeyas de animales salvajes y un guión musical muy cinemático, ribeteado de percusiones y diversos tempos que recalan hasta en el swing, o los solos de percusiones cubanas. En este último tema hay que destacar el rotundo solo de guitarra de Carlos Emilio Morales Tabares, todo un guiño al arte del genial Wes Montgomery. // Miguel Angel Sánchez Gárate