Belmondo & Yusef Lateef Sextet

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Terrassa, Nova Jazz Cava
7 de marzo de 2007

 


Los hermanos Belmondo, Stephane (trompeta) y Lionel (saxofón), además de compositor y arreglista, son personajes importantes en ese jazz europeo en el que nuestros vecinos galos están presentes desde hace tiempo. En su quinteto, Laurent Fickelson es un buen pianista monkiano con una habilidad especial para cruzar las manos en un solo que emocionó al público, Sylvain Romano es un contrabajista que supo acompañar con pulsaciones potentes a una banda dispuesta a conquistar al público de Terrassa en su primera visita a Cataluña (en julio estuvieron en San Sebastián) y Dre Pallemaerts es un buen baterista que, desde la trastienda, supo remarcar cada detalle de los virtuosos sopladores. Pero, amigos, la cosa no se quedaba ahí. Junto a todos ellos formaba William Evans, quien ya tocaba con Charlie Mingus, Dizzy Gillespie o Cannonball Adderley antes de pasarse al Islam y convertirse en Yusef Lateef. Este hombre, de 86 años de edad, cuando empuña el saxofón tenor, la flauta o las diversas flautas orientales que fue sacando durante las dos horas ininterrumpidas que duró el concierto, tiene un sonido que nadie puede igualar. Presentaban Influence (B Flat Records, 2005) un doble álbum que ya fue comentado a su tiempo como una de las propuestas más insólitas del momento. Aunque los solos de Stephane Belmondo, por su potencia y su gama de sonidos, resultaron arrolladores, cuando entraba en acción Lateef la respiración de la sala quedaba en suspenso y sólo las cabezas de los hermanos Belmondo se movían, con los ojos cerrados y una sonrisa que escenificaba la alegría de estos hombres por compartir escenario con Yusef Lateef. El momento llegó cuando Stephane, con sus ocarinas, y Lateef y Lionel, con sus flautas, crearon un ambiente propicio que empujó a Yusef Lateef a dejar a un lado el instrumento y salmodiar unos cantos que hermanaron el blues con los rezos musulmanes. Tras eso, poco más había que añadir. A pesar de que, por petición de Lateef, en la sala no se sirvió alcohol, el público se embriagó con la música de este gran artista al que será difícil olvidar. Un nuevo acierto del Festival de Jazz de Terrassa. // Cándido Querol