Belén Maya
Belén Maya
Romnia, SFB El Dorado. Sandaru 21 de abril de 2016.
Otra apuesta arriesgada en los cada vez más populares jueves de la sala Sandaru. En este caso la SFB El Dorado nos traía a Belén Maya y su Romnia (mujeres en romaní) Todo un homenaje a las mujeres gitanas de cualquier parte del mundo y de cualquier época. Como la misma Belén reconoce: no se trata de un espectáculo flamenco, sino gitano, quiere expresar con su baile las voces de mujeres gitanas no flamencas rebosantes de jondura. Mi cuerpo quiere dar vida a esos sonidos negros que llegan de Oriente cargados de penas amasadas por miles de desplazados a lo largo de nuestra historia. Como aquella maravillosa Latcho Drom de Tony Gatlif que nos proponía viajar con el pueblo gitano desde la India hasta España, también Belén nos propone un viaje acompañando a las mujeres gitanas pero no le preocupa tanto el territorio que pisa sino la forma en que sobrevive a la doble tragedia de ser mujer y gitana. Empezó con un vestido en que un pecho quedaba descubierto homenajeando a esa mujer gitana que en cualquier época y lugar la vemos con un churumbel a quién amamantar. Música balcánica trágica como la vida misma, un baile de posturas incómodas más que de lucimiento. En el segundo tema un vestido transparente negro, colgado a lo alto que Belén se enfunda como guante o como uniforme de trabajo que transmite sensualidad, un contrabajo terrible combina a la perfección con el baile. En el tercer tema ya aparece la gitana de mercadillo, camiseta de tirantes universal, todavía con falda, música Manouche, quizás la música más elegante que haya producido el pueblo gitano. En el siguiente baile la falda desaparece, pantalón corto y la misma camiseta de mercadillo, una escalera pequeña y la representación típica de los gitanos con la cabra, esa cabra también maltratada a lo largo del tiempo. Con un imaginario domador que desde una esquina del escenario le obliga a repetir equilibrios ridículos. También el siguiente baile la mujer gitana se vende por unas monedas. Gracias a un impresionante violín volvemos a identificar ese baile con unas cuantas imágenes de Gatlif, y de los antiguos zíngaros que llamaba mi abuelo a los gitanos que aparecían en mi niñez por mi pueblo. El siguiente baile es la gitana maltratada, esa carga de violencia que lleva implícita en muchas de las situaciones que siguen ocurriendo actualmente, ese pelo largo ideal para estirarlo, arrancarlo, sombras enormes que siempre están al acecho, al final desaparece la música y se queda sola Belén, construyendo como refugio un baile hermoso, sin necesidad de compañía, un canto al arte como salida, como liberación, uno de los momentos más bonitos del espectáculo. Pero cuidado vuelve la música y ahora viene cargada de metal, horrorosos sonidos de trenes cargados de gitanos que se dirigen a Auschwitz, aquí la música adquiere la negritud del blues, pero con la tragedia de una voz que nos recuerda que incluso en Suecia desde 1934 al 74 se seguía esterilizando a las mujeres gitanas. Un traje precioso verde y un mantón de Manila enorme nos traen de nuevo la alegría, las notas de Ederlezi de Goran Bregovic, traen luz y alegría, otro momento genial en el concierto, con que elegancia mueve el mantón Belén. Cuando parece que ese es un final adecuado, salen al escenario un grupo de personas y nos ofrecen una coreografía que está a mitad de camino entre Bollybood y Papa está en viaje de negocios de Emir Kusturica, entre el grupo Belén vestida de novia, desparece el grupo y queda la novia, poco a poco el baile festivo se va transformando en tragedia, los primeros síntomas de embriaguez pueden confundirse fácilmente con esa situación que les toca vivir a tantas mujeres que todavía tienen que aceptar bodas de compromiso, o simplemente aquellas jóvenes que ya el día mismo de su boda, presienten que quizás no todo serán flores. Otra vuelta más en la rueda del carromato en que viaja Belén Maya buscando dentro de su ser. + info | relacionados | Candido Querol